En estos momentos me llegan a la memoria tiempos pasados en los que pasé por esta situación. Recuerdo verme sentado en el rincón de mi habitación abrazado a mis rodillas pensando la forma de acomodar el gran desorden en el cual se había convertido mi vida. Apenas unos pocos días atrás había sido una persona muy alegre, llena de proyectos y de entusiasmo por hacerlos realidad, pero en solo una semana mi vida se hizo pedazos y mis noches cada vez mas oscuras, casi imposibles de soportarlas, llenas de dolor y pensamientos de suicidio.
Recuerdo claramente haberle dicho al Señor "¡Dios mio necesito apartarme un tiempo de ti, me siento cansado!" y mirando hacia al techo de mi dormitorio como si fuera el cielo, mientras las lágrimas caían por mis mejillas le dije susurrando " ¡Tu sabes que aún te amo pero necesito un tiempo para mi; debo aclarar mis cosas!". Mas tarde tomé la tonta desicion de alejarme un tiempo de Dios y de sus consejos, esta fue sin lugar a dudas una de las peores equivocaciones de mi vida. Los meses siguientes fueron de mal en peor, comencé a consumir todo tipo de pastillas, antideportivos, ansioliticos, calmantes, pero los problemas no se quitaban y en cambio comencé a transitar por un túnel cada vez mas oscuro en el cual no divisaba la luz que me indicara el final.
Sin embargo a pesar de todas mis debilidades y de los errores que cometí luego de aquella oración; entre ellos apartarme de la Iglesia, no leer la biblia y haber dejado de hablar con Dios, a pesar de todo esto, él jamás se alejó de mi, todos esos meses él me había estado acompañando en ese túnel oscuro, pero yo no lo podía ver porque estaba cegado por mis propias tinieblas, por mis miedos, mi rebeldías, mis caprichos, estaba muy ocupado buscando la salida por mi propia cuenta. Hasta que llegó el momento donde mis fuerzas humanas se agotaron por completo, me sentí totalmente perdido, sin voluntad para seguir viviendo, entonces caí de rodillas y humillado reconocí que solo no podía, que por favor me ayudara, que necesitaba su luz para encontrar la salida o sería mi fin. Fue en ese preciso momento que sentí la presencia de Dios como nunca antes la había sentido. Él estaba allí con un mapa en la mano y una linterna encendida, pude escuchar su voz hablando a mi corazón: "¡vamos hijo, levántate, te mostraré la salida!".
Me emociona leer en Juan 14:18 ("No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros") lo amoroso y misericordioso que es nuestro Dios. El Señor jamás nos impone que vayamos a él, mas él siempre, cada día, cada instante, viene a nosotros, no importando la circunstancia, ni la distancia, él siempre va a nuestro encuentro. Me gozo en saber que tenemos un Dios que no permite que nada ni nadie lo separen del amor de sus hijos.
"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". (Romanos 8:38-39)
" ¡Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén!". Mateo 28: 20
Marcel Amorín