"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora". (Eclesiastés 3:1)
¡Señor amado, haz que Andrea diga que si!. Hice esta oración en silencio, respiré profundo y marqué los números de su teléfono. Siete años mas tarde de haber sentido mi primer flechazo de amor me había decidido hacerle la gran pregunta a la chica mas dulce, bonita y simpática del mundo.
Mientras sonaba su teléfono, se me vinieron a la cabeza muchos momentos inolvidables que compartí con ella; juegos en la escuelita dominical siendo muy pequeños, eventos que preparamos ya de adolescentes, risas, bromas, y lo bien que que lo pasábamos juntos. Siempre teníamos un motivo o pretexto para encontrarnos (o al menos yo encontraba motivos o pretextos para ello). Poniendo todo esto en la balanza estaba convencido de que Dios había preparado nuestra unión desde antes que naciéramos. No tenía duda alguna de que Él nos había creado para estar juntos durante toda la vida!. (1 Corintios 3:19)
Al fin atendió el teléfono. Yo estaba algo nervioso pero muy seguro que recibiría una respuesta positiva, entonces, sin esperar solté de mis labios la propuesta: "¿Andrea te gustaría ser mi novia?", ya me encontraba pronto para decirle: "¡Te amo mi amor, que feliz me hace escuchar eso!", pero... su respuesta me dejó mudo: "¡NO!". Diez segundos mas tarde de colgar el teléfono hice lo que hacen casi todos los jóvenes de 17 años cuando son rechazados; Tomé la pelota, salí afuera de casa y la comencé a patear contra el muro, recuerdo que era una tormentosa tarde de invierno y tenía grandes esperanzas de ser golpeado por un rayo... mientras tanto le preguntaba a Dios: "¿Señor por qué? ¿Acaso no escuchaste nada de lo que te he contado durante éstos siete años?".
Lo que me pasó a mi no es un hecho aislado, se que éste tipo de cosas son muy comunes entre los creyentes, ¡Sería diferente si tuviéramos una bola mágica que nos permitiera ver el futuro!. Son momentos en los que no tenemos una mínima idea de lo que Dios puede estar haciendo, momentos en los que hasta podríamos llegar a pensar que ni Él mismo lo sabe. Y cuando buscamos la ayuda de un líder o de un buen amigo siempre nos encontramos con las mismas respuestas: "¡Tranquilo debes tener fe! ¡Tienes que confíar en Dios! ¡Dale paz a tu corazón!". Pero en momentos así es muy difícil seguir al pié de la letra este tipo de consejos.
"Fíate de Jehová de todo tu corazón,Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas". (Proverbios 3:5-6)
Años mas tarde pude comprender con claridad cual había sido el plan de Dios. Hoy al dar un vistazo al pasado puedo ver que aquella relación jamás hubiera funcionado, pues viéndonos ahora, nuestras metas y planes de vida son muy diferentes, hasta nuestras personalidades han cambiado tanto que me parece mentira haber compartido tantas cosas en común con alguien con quien ya no nos parecemos en nada. Y en lugar de ella, El Señor puso a mi lado a una mujer maravillosa, compañera, con un corazón enorme, más bonita y dulce de lo que yo jamás me hubiera imaginado, alguien que cada día me enseña a ser una mejor persona, alguien que me hace sentir realizado, pleno, feliz y orgulloso de tenerla como esposa.
A pesar de mis propios deseos y de aquella desagradable sensación de fracaso, Dios ya tenía la mujer perfecta para mi. Él solo esperaba que yo esperara en Él.
Amigo mío, Hermano "¿Estás esperando recibir de Dios algo que le has pedido durante mucho tiempo?" Si...lo se, desilusiona un poco no saber bien lo que está preparando para nosotros, pero aún así no debes perder la fe, pues aunque no puedas ver ni comprender su plan, El Señor tiene algo para ti mucho mas bueno de lo que has podido imaginar.
¿Está dispuesto a esperar con paciencia el plan de Dios para tu vida?
Marcel Amorín