"Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti". Mateo 11:10
Juan el Bautista no tenía dudas, siempre supo que era "una voz". Sabía que su don era poderoso, pero fácil de escuchar. Sus sermones los hacía al aire libre, todos lo oían y entendían perfectamente. Su predicación no estaba destinada a ganar amigos. Cierta vez llamó a los saduceos y filisteos generación de víboras, en otras hipócritas y malos hombres. Casi al final de sus días fue llevado delante del Rey. Juan sabía que Herodes tenía todo el poder para quitarle la vida, pero también sabía que él fue llamado a ser "la voz". Así que miró al Rey a los ojos y le dijo: "No es lícito tener la mujer de tu hermano" (Marcos 6:18). Y como era de esperar, esas palabras no le cayeron nada simpáticas a la dama en cuestión, entonces decidió hacerlo callar del todo.
Una voz mal usada puede poner en peligro nuestras relaciones o nuestra reputación, por ello en algunas ocasiones, mejor guardar silencio. Pero si somos una voz que debe anunciar las buenas nuevas del Evangelio, si somos una voz al servicio del creador para moverse en la vida de las personas, tiene que ser oída cueste lo que cueste, y no hay otra opción.
Marcel Amorín